La Estornija
Próximamente comenzaremos a dar instrucciones para poder apuntarse al I Campeonato de "Estornija" de Villena. Para empezar hay que ir conociendo el juego y sus caracteristicas, por lo que a continuación reproducimos el texto del libro "LOS JUEGOS DE LA SEGUNDA INFANCIA EN VILLENA A MEDIADOS DEL SIGLO XX" de Eleuterio Gandía Hernández.
Posiblemente el Campeonato se celebre en mayo o junio de 2013, habrá un mes para poder entrenar en el terreno de juego que se destine (posiblemente Reciento Ferial y alrededores) y se cederán los utensilios para el juego, es decir, que como la mayoría no hemos jugado nunca y no tenemos estornijas, podremos practicar y aprender este popular juego de Villena.
Interesados enviar un correo a villenacuentame@gmail.com con la palabra INTERESADO, para ir recibiendo instrucciones.
Posiblemente el Campeonato se celebre en mayo o junio de 2013, habrá un mes para poder entrenar en el terreno de juego que se destine (posiblemente Reciento Ferial y alrededores) y se cederán los utensilios para el juego, es decir, que como la mayoría no hemos jugado nunca y no tenemos estornijas, podremos practicar y aprender este popular juego de Villena.
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Antecedentes, origen y características
El juego de la estornija fue, sin duda, el más popular y el que más destrezas requería de los que practicaban los chicos en Villena, lo que probablemente fuera debido a que permitía una participación numerosa y a que los requerimientos para su práctica eran mínimos.
Por su peligrosidad era propio de muchachos y rara vez participaba alguna chica. Aducimos la peligrosidad como característica que lo hacía exclusivo de chicos pero no debemos olvidar probables razones de origen moral cuyo antecedente podemos encontrar a mediados del siglo XVIII. En esa época Francisco Pérez Prado, obispo rigorista en el plano moral e inquisidor general, mediante edicto de 1745, con amenaza de prisión y de multa para los que contravinieren sus disposiciones, prohíbe algunos juegos “siempre que se desarrollen entre hombres y mujeres, y desaconseja el de la “estornija” para las mujeres por las posturas que se han de adoptar para jugarlo, poco aptas para su decoro. En todos ellos aprecia el prelado peligro debido al contacto entre hombres y mujeres o a las posturas que deben adoptarse para jugar a los mismos. En definitiva, considera que pueden ser peligrosos porque estimulan la lascivia” (Latorre, 2005).
Esta prohibición nos da cuenta de que el juego ya se practicaba en el siglo XVIII, pero existen pruebas documentales de su práctica en la Edad Media y de ser uno de los juegos preferido por los moriscos. Efectivamente, una cita recogida por Hernández Vázquez (2004) de los Juegos moriscos descritos por Ginés Pérez dice textualmente:
“Los moriscos…Vanaglórianse de baylones, jugadores de pelota y estornija”.
Cejador (1968) da también cuenta de la antigüedad del juego al incluir en su Vocabulario Medieval Castellano la siguiente acepción:
“ES-TORN-IJA: Juego con dos palos desiguales, dando con el mayor al menor para alejarlo lo posible, hoy billalda o billarda”.
Sobre el origen del nombre del juego nos da también cuenta el propio Cejador quien recoge de Nebrija la siguiente cita:
“Suflamen por el estornijá del exe del carro”.
La cita de Lebrija se refiere, sin duda, a la definición que de “tornija”, sustantivo propio de Badajoz y Salamanca, dan tanto el Diccionario de la Real Academia de la Lengua como el de la Lengua Alkona y el de María Moliner: “cuña que se introduce en la punta del eje del carro para evitar que se salga la rueda”.
En este elemento, similar al palo pequeño que se utiliza en el juego debemos encontrar el nombre del mismo como bien intuían los componentes de la Peña el Cotarro de la Comparsa de Estudiantes de Villena en el preámbulo al reglamento del juego de la estornija que elaboraron en 1985.
Este juego se practicaba también en otros lugares de España con reglas y modalidades diferentes a las de Villena en muchos casos y con diversos nombres. El más común es el de la “tala”, que en el Diccionario Panocho de Barinas reconoce también como el “boli” y la “toña”. En la Comunidad Valenciana se le conoce principalmente como el juego de “pic y pala”, pero también se usan los nombres de “bòlit”, “escampilla”, “estornija” o “pique”. En otros lugares se usan las denominaciones de “coto”, “cirio”, “chueca”, “pica” o “marro”.
El juego requería la formación de dos equipos, uno que actuaba de atacante y otro de defensor, que alternaban el papel durante el desarrollo del juego. Para constituirlos solía utilizarse el procedimiento de “medir con los pies” pero para decidir qué equipo empezaría actuando de atacante y cuál de defensor se podía utilizar cualquier fórmula siendo muy usual la de “tirar por macocas”.
Esencialmente el juego consistía en el lanzamiento de la estornija por el equipo atacante y el intento de capturarla, antes de que cayera al suelo, por parte del equipo defensor. El equipo atacante sólo ponía un jugador en liza cada vez que actuaba, mientras que en el defensor todos los jugadores actuaban simultáneamente. Si al ser lanzada la estornija no era capturada en el aire, el equipo atacante se pasaba a “picolear”, lo que permitía conseguir un número de tantos. Ganaba el equipo que conseguía antes una cantidad de tantos previamente acordada y que solía oscilar entre 50 y 200.
Material y campo de juego
Para la práctica de este juego se necesitaba, además de un número indeterminado de jugadores distribuidos en dos equipos, un terreno amplio y los útiles propios del juego, que eran el palo y la estornija.
El palo de estornija o simplemente el palo, era un cilindro alargado de madera, de unos cincuenta centímetros de longitud por unos dos centímetros de diámetro.
La estornija, también de madera tenía forma cilíndrica, apuntada por dos conos regulares, uno en cada uno de sus extremos, cuyos ejes eran la prolongación del eje del cilindro. La longitud total era de unos 15 centímetros; el grosor, aproximadamente de unos dos centímetros y la altura o longitud de los conos de ambos extremos, de unos tres centímetros poco más o menos.
La madera más adecuada para hacer tanto el palo como la estornija era la de olmo aunque valía cualquier otra. Habitualmente eran los padres quienes se encargaban de cortar los dos palos y de sacar punta a la estornija con una navaja. En otros casos, cuando los recursos económicos familiares lo permitían se podía encargar a un carpintero la fabricación de estos útiles.
Jesús Herrero relata en documento personal que cuando tenía aproximadamente 10 años, los Reyes le “pusieron” una estornija que le habían hecho en la fábrica de muebles de “Los Valientes” (cercana a su casa de la calle San Francisco) que le hizo una ilusión inmensa y fue la envidia y admiración de sus compañeros. Añade además:
“Mi estornija era una pieza maestra, única, un auténtico "stradivarius", hecha en el torno de un ebanista con madera noble, pulida, sin rugosidades ni imperfecciones. La pieza pequeña que me hicieron, que normalmente se construía a base de afilar las puntas de un palo con una navaja, de forma similar a como se sacaba la punta de un lápiz, era un modelo perfecto con dos conos redondos en los extremos, que permitía un golpe limpio para levantarla y una superficie ideal para golpearla en el aire. Esa estornija profesional me duró muchos años y siempre la exhibí con el orgullo de quien sabe que tiene una pieza exclusiva, de museo. ¡Cuánto lamento que con el fragor de los cambios de domicilio fuera a parar irremediablemente, como tantas otras cosas importantes, al desván de la infancia perdida! No recuerdo otro juguete que me hiciera más ilusión que aquél”.
Miguel Ferri recuerda con afecto la que le hizo don Juan Malpica, dueño y fundador de la fábrica de sillas que había en la calle Bernardo Granda (actual Avenida de la Constitución), enfrente de los Salesianos, de quien guarda un recuerdo imborrable.
“Un día, mientras jugaba en la calle se acercó a mi y me dijo: como no tengo hijos, en mis raticos libres te he hecho una estornija que te regalo para que tengas la mejor del pueblo. Era preciosa, hecha en el torno, con mango más estrecho y ahuecado para poder cogerla mejor, y la pieza pequeña con unas puntas y una perfección que daba gloria verla”.
Para el desarrollo del juego no era preciso un terreno con dimensiones definidas, pero debía ser amplio, y siempre que fuera posible desprovisto de vegetación y sin obstáculos. Resultaba recomendable que estuviera situado donde no se ocasionasen daños a terceros o algún estropicio.
Después de elegir el terreno había que delimitar el campo de juego lo que se hacía trazando una raya más o menos recta en el suelo que servía para separar el campo de juego de cada uno de los equipos, siendo mucho más pequeño el del atacante. Longitudinalmente el campo de juego no tenía límites, los imponía el propio terreno, pero lateralmente sí, para lo que se colocaban piedras, prendas de ropa de los jugadores u otros objetos visibles a modo de demarcación.
El saque
Con el “saque” o lanzamiento de la estornija se iniciaba el juego. Lo realizaban por turno cada uno de los jugadores del equipo atacante colocándose para ello detrás de la raya trazada en el suelo con los dos pies en su campo.
Consistía el saque en golpear con el palo la estornija con fuerza para que ésta recorriera la mayor distancia posible sin que fuera capturada por el equipo contrario.
Para efectuar el lanzamiento se sujetaba la estornija con una mano, habitualmente la izquierda, y se le golpeaba con el palo enarbolado por la otra intentando que llegase lo más lejos posible. Esta acción se podía realizar soltando la estornija en el momento de golpearla o lanzándola al aire golpeándola al caer.
En la acción de golpear la estornija bastaba con que fuera rozada con el palo para que se diera por realizada, pero si se fallaba el golpe se producía lo que se llamaba un “salvo”. Eran admisibles hasta tres salvos consecutivos después de los cuales el jugador que los realizaba quedaba eliminado.
El jugador podía quedar eliminado también si algún jugador del equipo defensor capturaba y retenía la estornija, bien antes de que cayera al suelo o de la forma que se conocía como “al bote”.
Si el jugador que lanzaba la estornija no era eliminado por realizar tres salvos ni por cualquier otra circunstancia colocaba el palo sobre la raya en el mismo sitio donde había realizado el saque.
Cuando el jugador eliminado era el último del turno de su equipo se cambiaban los papeles pasando el equipo atacante a defensor y viceversa.
Coger y retener la estornija
Para intentar coger la estornija el equipo defensor se colocaba frente al atacante desplegándose por todo el campo de juego. La captura y retención de la estornija llevaba aparejada la eliminación del jugador que había efectuado el lanzamiento, pero tenía que hacerse con las manos o reteniéndola junto al cuerpo antes de que la estornija tocara el suelo, no permitiéndose que se hiciera con la chaqueta u otra prenda de ropa.
Se daba también por buena la acción, y consecuentemente la eliminación del lanzador, si la estornija se capturaba o retenía “al bote”; es decir, después de que la estornija tuviera un solo contacto con el suelo.
Si ocurría la circunstancia de que a un jugador se le cayera la estornija después de haberla retenido, por breves instantes, o habiéndola tocado solamente, y antes de que tocara el suelo la recogía otro compañero la acción era válida y suponía también la eliminación del lanzador. En este supuesto no era válido cogerla “al bote” ni que cayéndosele también al segundo la recogiera un tercero.
Los jugadores del equipo defensor cuando no podían capturar y retener la estornija podían interceptarla, para interrumpir o detener su trayectoria, con el cuerpo, con los pies, pisándola, o de cualquier otra manera pero nunca golpeándola para invertirla. Cuando esto ocurría el jugador era amonestado y la estornija se colocaba en el lugar donde fue golpeada.
Lanzamiento contra el palo
Cuando la estornija no había sido retenida por ningún jugador del equipo defensor, había cesado su movimiento y estaba quieta en el suelo, ya no podía ser capturada y se procedía al lanzamiento de la estornija para intentar dar al palo que el lanzador había colocado sobre la raya.
Para ello cualquier defensor la lanzaba con la mano desde el lugar en el que había caído admitiéndose en esta acción que diera un paso hacia delante siempre y cuando mantuviera un pie en el lugar donde estaba la estornija. Si la estornija en ese lanzamiento tocaba el palo, el jugador que había hecho el saque quedaba eliminado.
Una excepción a esta forma de proceder era la que se producía en el caso de que el jugador atacante, al sacar, hubiera hecho algún “salvo”. En este caso se podían ejecutar los salvos para acercar la estornija lo más posible al palo antes de proceder a lanzarla con la mano. Para ello, se ponía la estornija sobre el empeine de un pie manteniéndola en equilibrio y sin que se cayera, lanzándola a continuación hacia delante con un impulso del pie. Si sólo había que ejecutar un salvo se empezaba desde el lugar en el que había quedado la estornija. Si había que ejecutar dos, el segundo se hacía desde el lugar en el que había quedado al ejecutar el primero.
Picolear
Era la jugada que definía propiamente el juego. Consistía en golpear la estornija con el palo sobre uno de los picos, de tal manera que ésta saltase para ser golpeada con fuerza cuando se encontraba en el aire. Se pretendía con ello alejar la estornija lo máximo posible de la raya con el fin de alcanzar el mayor número de tantos. Al golpe que se producía en esta acción sobre la estornija le llamaba “picolá” y se daba por realizada aunque no saltara la estornija si era golpeada con el palo al intentarlo.
A picolear empezaba el jugador del equipo atacante si la estornija al ser lanzada por el defensor contra el palo situado en la raya no lo había tocado. Se empezaba a picolear desde el lugar en el que había quedado la estornija. Si había rebasado la raya se podía empezar a picolear colocándola sobre ésta; si no la había rebasado, se empezaba desde el mismo sitio en el que había quedado, sin tocarla y sin modificar su situación en el terreno.
Cada jugada permitía a cada jugador tres acciones de picolear que se anunciaban antes de llevarlas a efecto diciendo: “pica la una”, “pica las dos” y pica las tres”. Si algún jugador de forma intencionada o por equivocación hacía un “pica las cuatro”, quedaba automáticamente eliminado.
Cuando se picoleaba se podía hacer lo que se conocía como un “picarrastrón” que consistía en golpear la estornija con el palo haciendo que ésta se arrastrase por no haber conseguido que saltase. Este fallo equivalía a picolear dos veces por lo que si se producía en el “pica las tres” suponía un “pica las cuatro” con lo que el jugador quedaba eliminado.
En cada picolá podían darse o producirse circunstancias diversas para las que existían normas concretas. Las contempladas en los artículos 42 a 47 del Reglamento elaborado por la peña “El Cotarro” son las que transcribimos literalmente:
• “Si antes de efectuar un picoleo un jugador contrario tocase o moviese la estornija, el jugador atacante tiene derecho a colocarla sobre el terreno en la posición más adecuada para picolear.
• Durante la acción del picoleo la estornija puede salir del terreno, y caer en un lugar que impida seguir picoteando. En este caso, el jugador está autorizado para llevar la estornija entre el palo y la pared lateral de su zapato o alpargata, sin tocarla, y llevarla así hasta el “limpio” o terreno de juego. Allí se la suelta y puede seguir picoteando. La traslación seguirá una línea imaginaria paralela a la raya.
• En la acción del picoleo, el fallo al golpear la estornija por el aire no es penalizado, y el terreno ganado por la simple acción del salto de la estornija es válido.
• Si durante la trayectoria en el aire en cualquiera de los picoleos, la estornija es retenida por un jugador contrario, el jugador que picolea queda eliminado.
• Si el jugador que picotea ha agotado sus tres turnos, y no ha logarado alejar la estornija más de un tanto, o sea, diez palos a contar desde la raya, queda eliminado.
• Si en la acción del picoleo el jugador atacante pierde el palo, y éste es recogido por un defensor, el jugador atacante no puede seguir picoteando, y se le obliga a pedir desde aquel momento”.
Pedir y medir los tantos
Una vez realizados los tres intentos del “picoleo” el jugador que había picoleado y no había sido eliminado, estimaba y pedía para su equipo el número de “tantos” existentes desde la raya donde estaba situado el palo hasta el lugar donde había quedado la estornija. Los tantos podía ser de dos tipos: “ordinarios” y de “minca”.
Un tanto “ordinario” era el resultado de medir diez palos desde el centro de la estornija hasta la raya marcada siguiendo el camino más corto; es decir, siguiendo una recta imaginaria que, partiendo de la estornija, fuera perpendicular a la raya.
Los tantos de “minca” se contaban como los ordinarios, pero teniendo en cuenta sólo cinco palos. Estos tantos se jugaban siempre en número de diez y sólo después de haber alcanzado el número de ordinarios acordados para la partida. Se ejecutaban con la mano contraria a la que se habían jugado los ordinarios tanto en el lanzamiento de la estornija como en el picoleo.
El jugador correspondiente expresaba en voz alta los tantos que pedía y los jugadores del equipo contrario aceptaban o no los tantos que pretendía apuntarse. Si eran aceptados se decía “con él”, y pasaban directamente al marcador del equipo que había lanzando la estornija. Si no era aceptada esa cantidad se decía “palo”, y entonces había que medir.
Miguel Ferri lo describe de la siguiente manera:
“Y después venía la penitencia porque había que contar desde la raya hasta donde habíamos llegado (pero ojo, no en pasos ni en metros, sino en palos). Allí tenías al que tiraba en cuclillas contando palos a lo largo de la calle, y los demás vigilando para que no fuera contando de más”.
Generalmente, para la realizar la medición, se volteaba sucesivamente el palo, tomando como punto de apoyo, para el volteo, cada uno de sus extremos alternativamente.
Cuando al caer la estornija rebasaba los límites laterales, se empezaba a contar trasladando la estornija hasta el punto de cruce de la línea de demarcación lateral con una línea imaginaria paralela a la raya.
Si al medir, la cantidad de tantos que se habían pedido resultaba cierta se contabilizaba la cantidad que se había estimado. Si la petición había resultado excesiva quedaba eliminado el jugador que la había realizado.
Como resultaba costoso hacer la medición y retrasaba el juego, habitualmente se realizaba sólo cuando se producía una duda razonable, o cuando quien pedía pretendía sacarse unos tantos de más.
Final del juego
Saque tras saque se iban sucediendo los jugadores del equipo atacante; cuando habían lanzado todos se cambiaban los papeles, sumándose sucesivamente los tantos obtenidos por cada equipo. El juego se daba por finalizado cuando uno de los dos equipos había alcanzado el número de tantos acordados para la partida.
El juego de la estornija fue, sin duda, el más popular y el que más destrezas requería de los que practicaban los chicos en Villena, lo que probablemente fuera debido a que permitía una participación numerosa y a que los requerimientos para su práctica eran mínimos.
Por su peligrosidad era propio de muchachos y rara vez participaba alguna chica. Aducimos la peligrosidad como característica que lo hacía exclusivo de chicos pero no debemos olvidar probables razones de origen moral cuyo antecedente podemos encontrar a mediados del siglo XVIII. En esa época Francisco Pérez Prado, obispo rigorista en el plano moral e inquisidor general, mediante edicto de 1745, con amenaza de prisión y de multa para los que contravinieren sus disposiciones, prohíbe algunos juegos “siempre que se desarrollen entre hombres y mujeres, y desaconseja el de la “estornija” para las mujeres por las posturas que se han de adoptar para jugarlo, poco aptas para su decoro. En todos ellos aprecia el prelado peligro debido al contacto entre hombres y mujeres o a las posturas que deben adoptarse para jugar a los mismos. En definitiva, considera que pueden ser peligrosos porque estimulan la lascivia” (Latorre, 2005).
Esta prohibición nos da cuenta de que el juego ya se practicaba en el siglo XVIII, pero existen pruebas documentales de su práctica en la Edad Media y de ser uno de los juegos preferido por los moriscos. Efectivamente, una cita recogida por Hernández Vázquez (2004) de los Juegos moriscos descritos por Ginés Pérez dice textualmente:
“Los moriscos…Vanaglórianse de baylones, jugadores de pelota y estornija”.
Cejador (1968) da también cuenta de la antigüedad del juego al incluir en su Vocabulario Medieval Castellano la siguiente acepción:
“ES-TORN-IJA: Juego con dos palos desiguales, dando con el mayor al menor para alejarlo lo posible, hoy billalda o billarda”.
Sobre el origen del nombre del juego nos da también cuenta el propio Cejador quien recoge de Nebrija la siguiente cita:
“Suflamen por el estornijá del exe del carro”.
La cita de Lebrija se refiere, sin duda, a la definición que de “tornija”, sustantivo propio de Badajoz y Salamanca, dan tanto el Diccionario de la Real Academia de la Lengua como el de la Lengua Alkona y el de María Moliner: “cuña que se introduce en la punta del eje del carro para evitar que se salga la rueda”.
En este elemento, similar al palo pequeño que se utiliza en el juego debemos encontrar el nombre del mismo como bien intuían los componentes de la Peña el Cotarro de la Comparsa de Estudiantes de Villena en el preámbulo al reglamento del juego de la estornija que elaboraron en 1985.
Este juego se practicaba también en otros lugares de España con reglas y modalidades diferentes a las de Villena en muchos casos y con diversos nombres. El más común es el de la “tala”, que en el Diccionario Panocho de Barinas reconoce también como el “boli” y la “toña”. En la Comunidad Valenciana se le conoce principalmente como el juego de “pic y pala”, pero también se usan los nombres de “bòlit”, “escampilla”, “estornija” o “pique”. En otros lugares se usan las denominaciones de “coto”, “cirio”, “chueca”, “pica” o “marro”.
El juego requería la formación de dos equipos, uno que actuaba de atacante y otro de defensor, que alternaban el papel durante el desarrollo del juego. Para constituirlos solía utilizarse el procedimiento de “medir con los pies” pero para decidir qué equipo empezaría actuando de atacante y cuál de defensor se podía utilizar cualquier fórmula siendo muy usual la de “tirar por macocas”.
Esencialmente el juego consistía en el lanzamiento de la estornija por el equipo atacante y el intento de capturarla, antes de que cayera al suelo, por parte del equipo defensor. El equipo atacante sólo ponía un jugador en liza cada vez que actuaba, mientras que en el defensor todos los jugadores actuaban simultáneamente. Si al ser lanzada la estornija no era capturada en el aire, el equipo atacante se pasaba a “picolear”, lo que permitía conseguir un número de tantos. Ganaba el equipo que conseguía antes una cantidad de tantos previamente acordada y que solía oscilar entre 50 y 200.
Material y campo de juego
Para la práctica de este juego se necesitaba, además de un número indeterminado de jugadores distribuidos en dos equipos, un terreno amplio y los útiles propios del juego, que eran el palo y la estornija.
El palo de estornija o simplemente el palo, era un cilindro alargado de madera, de unos cincuenta centímetros de longitud por unos dos centímetros de diámetro.
La estornija, también de madera tenía forma cilíndrica, apuntada por dos conos regulares, uno en cada uno de sus extremos, cuyos ejes eran la prolongación del eje del cilindro. La longitud total era de unos 15 centímetros; el grosor, aproximadamente de unos dos centímetros y la altura o longitud de los conos de ambos extremos, de unos tres centímetros poco más o menos.
La madera más adecuada para hacer tanto el palo como la estornija era la de olmo aunque valía cualquier otra. Habitualmente eran los padres quienes se encargaban de cortar los dos palos y de sacar punta a la estornija con una navaja. En otros casos, cuando los recursos económicos familiares lo permitían se podía encargar a un carpintero la fabricación de estos útiles.
Jesús Herrero relata en documento personal que cuando tenía aproximadamente 10 años, los Reyes le “pusieron” una estornija que le habían hecho en la fábrica de muebles de “Los Valientes” (cercana a su casa de la calle San Francisco) que le hizo una ilusión inmensa y fue la envidia y admiración de sus compañeros. Añade además:
“Mi estornija era una pieza maestra, única, un auténtico "stradivarius", hecha en el torno de un ebanista con madera noble, pulida, sin rugosidades ni imperfecciones. La pieza pequeña que me hicieron, que normalmente se construía a base de afilar las puntas de un palo con una navaja, de forma similar a como se sacaba la punta de un lápiz, era un modelo perfecto con dos conos redondos en los extremos, que permitía un golpe limpio para levantarla y una superficie ideal para golpearla en el aire. Esa estornija profesional me duró muchos años y siempre la exhibí con el orgullo de quien sabe que tiene una pieza exclusiva, de museo. ¡Cuánto lamento que con el fragor de los cambios de domicilio fuera a parar irremediablemente, como tantas otras cosas importantes, al desván de la infancia perdida! No recuerdo otro juguete que me hiciera más ilusión que aquél”.
Miguel Ferri recuerda con afecto la que le hizo don Juan Malpica, dueño y fundador de la fábrica de sillas que había en la calle Bernardo Granda (actual Avenida de la Constitución), enfrente de los Salesianos, de quien guarda un recuerdo imborrable.
“Un día, mientras jugaba en la calle se acercó a mi y me dijo: como no tengo hijos, en mis raticos libres te he hecho una estornija que te regalo para que tengas la mejor del pueblo. Era preciosa, hecha en el torno, con mango más estrecho y ahuecado para poder cogerla mejor, y la pieza pequeña con unas puntas y una perfección que daba gloria verla”.
Para el desarrollo del juego no era preciso un terreno con dimensiones definidas, pero debía ser amplio, y siempre que fuera posible desprovisto de vegetación y sin obstáculos. Resultaba recomendable que estuviera situado donde no se ocasionasen daños a terceros o algún estropicio.
Después de elegir el terreno había que delimitar el campo de juego lo que se hacía trazando una raya más o menos recta en el suelo que servía para separar el campo de juego de cada uno de los equipos, siendo mucho más pequeño el del atacante. Longitudinalmente el campo de juego no tenía límites, los imponía el propio terreno, pero lateralmente sí, para lo que se colocaban piedras, prendas de ropa de los jugadores u otros objetos visibles a modo de demarcación.
El saque
Con el “saque” o lanzamiento de la estornija se iniciaba el juego. Lo realizaban por turno cada uno de los jugadores del equipo atacante colocándose para ello detrás de la raya trazada en el suelo con los dos pies en su campo.
Consistía el saque en golpear con el palo la estornija con fuerza para que ésta recorriera la mayor distancia posible sin que fuera capturada por el equipo contrario.
Para efectuar el lanzamiento se sujetaba la estornija con una mano, habitualmente la izquierda, y se le golpeaba con el palo enarbolado por la otra intentando que llegase lo más lejos posible. Esta acción se podía realizar soltando la estornija en el momento de golpearla o lanzándola al aire golpeándola al caer.
En la acción de golpear la estornija bastaba con que fuera rozada con el palo para que se diera por realizada, pero si se fallaba el golpe se producía lo que se llamaba un “salvo”. Eran admisibles hasta tres salvos consecutivos después de los cuales el jugador que los realizaba quedaba eliminado.
El jugador podía quedar eliminado también si algún jugador del equipo defensor capturaba y retenía la estornija, bien antes de que cayera al suelo o de la forma que se conocía como “al bote”.
Si el jugador que lanzaba la estornija no era eliminado por realizar tres salvos ni por cualquier otra circunstancia colocaba el palo sobre la raya en el mismo sitio donde había realizado el saque.
Cuando el jugador eliminado era el último del turno de su equipo se cambiaban los papeles pasando el equipo atacante a defensor y viceversa.
Coger y retener la estornija
Para intentar coger la estornija el equipo defensor se colocaba frente al atacante desplegándose por todo el campo de juego. La captura y retención de la estornija llevaba aparejada la eliminación del jugador que había efectuado el lanzamiento, pero tenía que hacerse con las manos o reteniéndola junto al cuerpo antes de que la estornija tocara el suelo, no permitiéndose que se hiciera con la chaqueta u otra prenda de ropa.
Se daba también por buena la acción, y consecuentemente la eliminación del lanzador, si la estornija se capturaba o retenía “al bote”; es decir, después de que la estornija tuviera un solo contacto con el suelo.
Si ocurría la circunstancia de que a un jugador se le cayera la estornija después de haberla retenido, por breves instantes, o habiéndola tocado solamente, y antes de que tocara el suelo la recogía otro compañero la acción era válida y suponía también la eliminación del lanzador. En este supuesto no era válido cogerla “al bote” ni que cayéndosele también al segundo la recogiera un tercero.
Los jugadores del equipo defensor cuando no podían capturar y retener la estornija podían interceptarla, para interrumpir o detener su trayectoria, con el cuerpo, con los pies, pisándola, o de cualquier otra manera pero nunca golpeándola para invertirla. Cuando esto ocurría el jugador era amonestado y la estornija se colocaba en el lugar donde fue golpeada.
Lanzamiento contra el palo
Cuando la estornija no había sido retenida por ningún jugador del equipo defensor, había cesado su movimiento y estaba quieta en el suelo, ya no podía ser capturada y se procedía al lanzamiento de la estornija para intentar dar al palo que el lanzador había colocado sobre la raya.
Para ello cualquier defensor la lanzaba con la mano desde el lugar en el que había caído admitiéndose en esta acción que diera un paso hacia delante siempre y cuando mantuviera un pie en el lugar donde estaba la estornija. Si la estornija en ese lanzamiento tocaba el palo, el jugador que había hecho el saque quedaba eliminado.
Una excepción a esta forma de proceder era la que se producía en el caso de que el jugador atacante, al sacar, hubiera hecho algún “salvo”. En este caso se podían ejecutar los salvos para acercar la estornija lo más posible al palo antes de proceder a lanzarla con la mano. Para ello, se ponía la estornija sobre el empeine de un pie manteniéndola en equilibrio y sin que se cayera, lanzándola a continuación hacia delante con un impulso del pie. Si sólo había que ejecutar un salvo se empezaba desde el lugar en el que había quedado la estornija. Si había que ejecutar dos, el segundo se hacía desde el lugar en el que había quedado al ejecutar el primero.
Picolear
Era la jugada que definía propiamente el juego. Consistía en golpear la estornija con el palo sobre uno de los picos, de tal manera que ésta saltase para ser golpeada con fuerza cuando se encontraba en el aire. Se pretendía con ello alejar la estornija lo máximo posible de la raya con el fin de alcanzar el mayor número de tantos. Al golpe que se producía en esta acción sobre la estornija le llamaba “picolá” y se daba por realizada aunque no saltara la estornija si era golpeada con el palo al intentarlo.
A picolear empezaba el jugador del equipo atacante si la estornija al ser lanzada por el defensor contra el palo situado en la raya no lo había tocado. Se empezaba a picolear desde el lugar en el que había quedado la estornija. Si había rebasado la raya se podía empezar a picolear colocándola sobre ésta; si no la había rebasado, se empezaba desde el mismo sitio en el que había quedado, sin tocarla y sin modificar su situación en el terreno.
Cada jugada permitía a cada jugador tres acciones de picolear que se anunciaban antes de llevarlas a efecto diciendo: “pica la una”, “pica las dos” y pica las tres”. Si algún jugador de forma intencionada o por equivocación hacía un “pica las cuatro”, quedaba automáticamente eliminado.
Cuando se picoleaba se podía hacer lo que se conocía como un “picarrastrón” que consistía en golpear la estornija con el palo haciendo que ésta se arrastrase por no haber conseguido que saltase. Este fallo equivalía a picolear dos veces por lo que si se producía en el “pica las tres” suponía un “pica las cuatro” con lo que el jugador quedaba eliminado.
En cada picolá podían darse o producirse circunstancias diversas para las que existían normas concretas. Las contempladas en los artículos 42 a 47 del Reglamento elaborado por la peña “El Cotarro” son las que transcribimos literalmente:
• “Si antes de efectuar un picoleo un jugador contrario tocase o moviese la estornija, el jugador atacante tiene derecho a colocarla sobre el terreno en la posición más adecuada para picolear.
• Durante la acción del picoleo la estornija puede salir del terreno, y caer en un lugar que impida seguir picoteando. En este caso, el jugador está autorizado para llevar la estornija entre el palo y la pared lateral de su zapato o alpargata, sin tocarla, y llevarla así hasta el “limpio” o terreno de juego. Allí se la suelta y puede seguir picoteando. La traslación seguirá una línea imaginaria paralela a la raya.
• En la acción del picoleo, el fallo al golpear la estornija por el aire no es penalizado, y el terreno ganado por la simple acción del salto de la estornija es válido.
• Si durante la trayectoria en el aire en cualquiera de los picoleos, la estornija es retenida por un jugador contrario, el jugador que picolea queda eliminado.
• Si el jugador que picotea ha agotado sus tres turnos, y no ha logarado alejar la estornija más de un tanto, o sea, diez palos a contar desde la raya, queda eliminado.
• Si en la acción del picoleo el jugador atacante pierde el palo, y éste es recogido por un defensor, el jugador atacante no puede seguir picoteando, y se le obliga a pedir desde aquel momento”.
Pedir y medir los tantos
Una vez realizados los tres intentos del “picoleo” el jugador que había picoleado y no había sido eliminado, estimaba y pedía para su equipo el número de “tantos” existentes desde la raya donde estaba situado el palo hasta el lugar donde había quedado la estornija. Los tantos podía ser de dos tipos: “ordinarios” y de “minca”.
Un tanto “ordinario” era el resultado de medir diez palos desde el centro de la estornija hasta la raya marcada siguiendo el camino más corto; es decir, siguiendo una recta imaginaria que, partiendo de la estornija, fuera perpendicular a la raya.
Los tantos de “minca” se contaban como los ordinarios, pero teniendo en cuenta sólo cinco palos. Estos tantos se jugaban siempre en número de diez y sólo después de haber alcanzado el número de ordinarios acordados para la partida. Se ejecutaban con la mano contraria a la que se habían jugado los ordinarios tanto en el lanzamiento de la estornija como en el picoleo.
El jugador correspondiente expresaba en voz alta los tantos que pedía y los jugadores del equipo contrario aceptaban o no los tantos que pretendía apuntarse. Si eran aceptados se decía “con él”, y pasaban directamente al marcador del equipo que había lanzando la estornija. Si no era aceptada esa cantidad se decía “palo”, y entonces había que medir.
Miguel Ferri lo describe de la siguiente manera:
“Y después venía la penitencia porque había que contar desde la raya hasta donde habíamos llegado (pero ojo, no en pasos ni en metros, sino en palos). Allí tenías al que tiraba en cuclillas contando palos a lo largo de la calle, y los demás vigilando para que no fuera contando de más”.
Generalmente, para la realizar la medición, se volteaba sucesivamente el palo, tomando como punto de apoyo, para el volteo, cada uno de sus extremos alternativamente.
Cuando al caer la estornija rebasaba los límites laterales, se empezaba a contar trasladando la estornija hasta el punto de cruce de la línea de demarcación lateral con una línea imaginaria paralela a la raya.
Si al medir, la cantidad de tantos que se habían pedido resultaba cierta se contabilizaba la cantidad que se había estimado. Si la petición había resultado excesiva quedaba eliminado el jugador que la había realizado.
Como resultaba costoso hacer la medición y retrasaba el juego, habitualmente se realizaba sólo cuando se producía una duda razonable, o cuando quien pedía pretendía sacarse unos tantos de más.
Final del juego
Saque tras saque se iban sucediendo los jugadores del equipo atacante; cuando habían lanzado todos se cambiaban los papeles, sumándose sucesivamente los tantos obtenidos por cada equipo. El juego se daba por finalizado cuando uno de los dos equipos había alcanzado el número de tantos acordados para la partida.